Vacunar a un bebé o a un niño de corta edad, es un acto en el que se debería contar con la libre eleccción de los padres, puesto que a nosotros corresponde principalmente la responsabilidad de la salud de nuestros hijos. Pero, para que ello sea posible hace falta que la información acerca de las vacunas nos llegue completa. Y eso no es así.Las grandes empresas farmacéuticas tienen enorme interés en la generalización indiscriminada de las campañas de vacunación y no apoyan ni financian investigaciones que no refuercen sus interes: vender cuantas más dosis mejor. Este hecho influye indudablemente en la claridad e imparcialidad de la información que se difunde sobre las vacunas. Sin embargo, la realidad es que las vacunas no son obligatorias, tal como nos quieren inculcar con las incisivas y bien instrumentadas campañas de vacunación. Y es falso que la práctica de las vacunaciones masivas y sistemáticas a la población infantil esté exenta de efectos secundarios o que éstos sean insignificantes.
Por el contrario, pueden ser una fuente importante de enfermedad, como lo demuestran las observaciones clínicas. Sin embargo, y a pesar de que con la entrada de las vacunas combinadas, conjugadas y de ingeniería genética, se están incrementando los efectos secundarios de las vacunas, estos siguen pasando desapercibidos.
Esta situación se debe, en gran parte, porque los profesionales sanitarios, que deberían declarar los efectos post-vacunales, no relacionan éstos con las vacunas. O, lo que es peor, porque los Servicios de Farmacovigilancia (creados para registrar y controlar los efectos adversos de los medicamentos) reciben fuertes presiones por parte de la industria farmacológica para no registrar la morbilidad post-vacunal, es decir, el número de personas que enferman debido a las vacunas.
También es falsa la idea que se nos ha inculcado que, ha sido gracias a las vacunas, que la humanidad se ha liberado de algunas enfermedades infecciosas. Históricamente se puede comprobar como, en general, las vacunas se han ido implantando cuando las enfermedades presentaban ya un claro descenso en la morbilidad y la mortalidad, y como las modificaciones de las condiciones de vida (potabilidad de las aguas, etc.) han sido los verdaderos responsables de esos descensos significativos.
Fármacos con efectos secundarios
Un total de 35 dosificaciones se administran a los niños durante los dos primeros años de vida. Esta excesiva aplicación de vacunas a una edad tan tierna, en la que el sistema inmunitario aún no se ha formado, puede producir diversos efectos adversos, que en general se manifiestan entre las primeras horas y los 24 meses, pero que pueden aparecer más tarde, a medio o largo plazo.
A veces las consecuencias derivadas de las vacunas son más graves que la propia vacuna. Existe bibliografía sobre efectos post-vacunales neurológicos, renales, hematológicos, cutáneos, alérgicos, reumáticos e infecciones.
Cuatro de las enfermedades contra las que habitualmente se vacuna a los niños -sarampión, paperas, rubeola y tosferina- se han considerado durante muchas generaciones como afeccciones infantiles que resultan saludables para el desarrollo del niño y para la maduración de su sistema inmunitario, confiriéndole una inmunidad permanente que no se consigue con las vacunas, por lo que hay que ir revacunándose periódicamente.
La poliomelitis, el tétanos y la difteria, a pesar de estar clasificadas como graves, el que aparezcan o no complicaciones depende en gran medida del estado inmunitario del individuo, lo cual está relacionado con el tipo de alimentación, el consumo de medicamentos, etc. Por ejemplo, suprimir los mecanismos naturales terapéuticos de la fiebre y la inflamación mediante el uso sistemático de antitérmicos, puede aumentar el riesgo de aparición de estas enfermedades y de sus complicaciones.
La inutilidad de la vacuna del tétanos….http://eds.nireblog.com/post/2010/09/10/la-inutilidad-de-la-vacuna-del-tetanos
Hay, por otra parte, muchas cuestiones del calendario vacunal que se deberían revisar. Por poner un ejemplo, las vacunas combinadas, como la Triple Vírica o la DTP-Polio, presentan muchas dudas. En el caso de que aparezcan simultáneamente dos enfermedades, el organismo humano tiene la capacidad de posponer una de las dos. Sin embargo, este mecanismo que da anulado cuando se inoculan distintas vacunas a la vez. Es asombroso que las autoridades sanitarias defiendan con absoluta seguridad que las vacunas combinadas no conllevan ningún riesgo.
Inmunidad natural, mejor que vacunas
En lugar de incrementar el número de vacunaciones, objetivo de la industria farmaceútica y de las autoridades sanitarias, se deberían impulsar iniciativas para empezar a simplificar cuanto antes el calendario vacunal, como no introducir las nuevas vacunas previstas, suprimir las combinadas en las que se administran hasta cinco vacunas a la vez y eliminar la de la gripe.
Esta, además de estar entre las vacunas ineficaces (las que no inducen respuesta inmunitaria suficiente en el 50% de las personas vacunadas), los efectos secundarios que implica la hacen insostenible.
En resumen, es evidente que una auténtica prevención no puede consistir en desarrollar nuevas vacunas para cada enfermedad infecciosa, sino potenciar los mecanismos de autorregulación de la inmunidad natural (p. ej. la lactancia materna, los alimentos biológicos…) y eliminar los agentes susceptibles de debilitar el sistema inmunitario, entre los que se encuentran, no hay que olvidarlo, las propias vacunas.
El Negocio de los medicamentos
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