El texto que les presento a continuación es el último apartado del reportaje sobre el conservante de mercurio que llevan las vacunas contra la gripe A que estos días se están administrando en nuestro país, y en toda Europa. Dicho trabajo periodístico es el que un gran medio de comunicación decidió in extremis no publicar haciéndolo coincidir con el comienzo de la campaña de vacunación el pasado lunes 16 de noviembre. A continuación del mismo les adjunto las cuatro partes en que he dividido dicho trabajo para publicarlo en este blog y así podrán hacerse una idea de cómo era el texto original.
“Ahora entiendo porqué cuando Alejandro era vacunado tenía que soplar sus ojos mientras lo acunaba, se quedaban abiertos. Cuando Alejandro era vacunado su temperatura subía irremediablemente. Al día siguiente de un cóctel de vacunas su cuerpo se llenó de granos. Ahora entiendo porqué mi mujer y yo siempre decíamos ‘el niño está bien venimos de vacunarlo y lo malito que se pone, joder con la vacunas’. Sigo sin entender porqué han envenenado a mi hijo, porqué nada mas salir del vientre de su madre le inyectaron mercurio. Sigo culpándome de no haberme dado cuenta antes”.
El Estado chileno también ha sido demandado por padres de hijos autistas tras su vacunación con mercurio
Quien así habla es Manuel García. Su hijo Alejandro nació en junio de 2006 en Alicante y se desarrolló muy sano, como apuntaba su pediatra, hasta los 15 meses de vida.
“Entonces vimos cómo Alejandro se alejaba de nosotros progresivamente: dejó de hablar, nunca se giraba cuando se le llamaba, no miraba a los ojos, se despertaba cuatro cinco veces por la noche con ‘pesadillas’ y sus cacas eran bolas negras y duras como piedras. Cada día daba un pasito hacia atrás tras haber recibido las 24 vacunas que le inyectaron en sus 18 primeros meses de vida”, comenta Manuel.
También sufría estereotipias, patrones de comportamiento repetitivos como mirar de reojo por sistema, darse cabezazos contra la pared, aletear de manos o girar sobre sí mismo sin parar. Sin antecedentes familiares, con un embarazo correcto y vida normal hasta ese año y medio de vida, los padres de Alejandro han removido cielo y tierra y han cambiado en varias veces de pediatra para saber qué le ocurre. Le han hecho todas las pruebas posibles (electroencefalograma, resonancia magnética craneal, potenciales evocados auditivos, pruebas genéticas) y su diagnóstico es Trastorno Generalizado del Desarrollo”.
Estos padres preocupados han encontrado médicos que conocen la posible relación del mercurio con esta enfermedad.
“Los doctores han analizado metódicamente el organismo de Alejandro. Según las pruebas que le hicimos en España, Alemania y Estados Unidos lo objetivo y evidente es que el resultado del análisis de orina muestra cinco veces más mercurio de lo ‘normal’; 5,01 mcg/g de creatina cuando debería estar por debajo de 1. Las muestras de cabello indican que el niño tiene doce veces más mercurio de lo ‘normal’, 4,8 mcg/g cuando debería estar por debajo de 0,4. El equipo médico que trata a Alejandro, incluso técnicos de laboratorios en conversaciones telefónicas me han dicho que los niveles de mercurio son tan elevados que estadísticamente solo puede ser debido que se le haya inyectado”.
Las investigaciones del equipo técnico contratado por los padres afirman que a los seis meses de vida Alejandro había recibido, a través de las vacunas, seis veces más mercurio del establecido por los distintos organismos internacionales. Hoy, gracias a los tratamientos biológicos que el niño está recibiendo Alejandro ya no tiene estereotipias, controla esfínteres, empieza hablar y su comportamiento se ha normalizado. En seis meses Alejandro ha recuperado mucho del tiempo perdido y, aunque sus padres todavía están inmersos en esta pesadilla, están muy animados pues saben de otros padres que han salido del infierno en la tierra que ha supuesto para ellos esta experiencia.
“A día de hoy ni los laboratorios farmacéuticos ni Salud Pública de la Comunidad valenciana me han dicho qué contenían exactamente las vacunas que le inocularon. Las autoridades tienen la obligación de informarnos. ¿Qué componentes van a inyectar a nuestros hijos? ¿Qué efectos secundarios pueden tener? ¿Son efectivas esas vacunas, pueden dejar trazas residuales en el organismo? ¿Qué proceso experimental han seguido? Y ¿qué alternativas de vacunación tenemos?”, concluye el padre de Alejandro.
Informo: http://senalesdelostiempos.blogspot.com
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